Londres,
24 de diciembre de 1964.
A falta
de un mes para mi muerte comienzo a escribir este mi testamento, he tenido el
honor de dirigir uno de los mejores países del mundo, mi querido Reino Unido,
que a pesar de haber pasado situaciones complicadas y muy duras siempre ha
sabido superarlas, lo que ha supuesto más de un disgusto para algún que otro
líder internacional.
El
optimismo me ha acompañado a lo largo de toda mi vida y siempre lo he
transmitido al pueblo inglés y fue fundamental para ganar la II guerra mundial.
Ahora
quisiera dejar por escrito mi legado político para que sirva de ejemplo a
futuras generaciones.
En primer
lugar hay que seguir trabajando en la unión de los Estados Europeos porque
aunque hayamos avanzado, aún queda mucho por hacer para lograr la integración
europea, eso sí manteniendo nuestra importante posición como nación.
En
segundo lugar no debemos perderle la vista a la Unión Soviética, puede ser una
amenaza.
En tercer
lugar hay que seguir trabajando en la construcción del Estado de Bienestar para
garantizar que en épocas de desempleo los trabajadores cobren algún salario y
avancen en sus derechos como trabajadores.
Y para
terminar hay que defender la libertad de mercado y unos aranceles más bajos,
pues es la mejor vía para el entendimiento entre las naciones.
No
volvería a cambiar ninguna de mis decisiones y la historia juzgará mi trabajo.
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